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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
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El Avemaría fue el arma secreta que –como dije antes –
sugirió la Santísima Virgen a Santo Domingo y al Beato
Alano para convertir a los herejes y pecadores.
De aquí surgió la costumbre de los predicadores de rezar
un Avemaría al comenzar la predicación, como afirma San
Antonio.
DECIMOCTAVA ROSA
El Avemaría: – Sus bendiciones.
52 Esta divina salutación atrae sobre nosotros la copiosa
bendición de Jesús y María. Efectivamente, es principio
infalible que Jesús y María recompensa magnánimamente
a quienes les glorifican y devuelven centuplicadas las
bendiciones que se les tributan: Quiero a los que me quieren...
para enriquecer a los que me aman y para llenar sus bodegas
(Prov 8,17.21). Es lo que proclaman a voz en cuello Jesús
y María. Amamos a quienes nos aman, los enriquecemos
y llenamos sus tesoros. Quien siembra generosamente,
generosas cosechas tendrá (ver 2 Cor 9,6).
Ahora bien, ¿no es amar, bendecir y glorificar a Jesús y
a María el recitar devotamente la salutación angélica?
En cada Avemaría tributamos a Jesús y a María una
doble bendición: Bendita tú eres entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. En cada Avemaría
tributamos a María el mismo honor que Dios le hizo al
saludarla mediante el arcángel San Gabriel. ¿Quién podrá
pensar siquiera que Jesús y María –que tantas veces
hacen el bien a quienes les maldicen– vayan a responder
con maldiciones a quienes los honran y bendicen con el
Avemaría?
22 Ver antes, Rosas 2a. y 4a.
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