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↑ ÍNDICE
El Secreto Admirable del Santísimo Rosario
48 Si la salutación angélica glorifica a la Santísima
Trinidad, también constituye la más perfecta alabanza que
podemos dirigir a María.
Deseaba Santa Matilde saber cuál era el mejor medio para
testimoniar su tierna devoción a la Madre de Dios. Un día
arrebatada en éxtasis, vio a la Santísima Virgen que llevaba
sobre el pecho la salutación angélica en letras de oro y le
dijo: “Hija mía, nadie puede honrarme con saludo más
agradable que el que me ofreció la Santísima Trinidad. Por
él me elevó a la dignidad de Madre de Dios. La palabra
Ave –que es el nombre de Eva– me hizo saber que Dios
en su omnipotencia me había preservado de toda mancha
de pecado y de las calamidades a que estuvo sometida la
primera mujer”.
“El nombre de María –que significa Señora de la luz–
indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astro
brillante, para iluminar los cielos y la tierra”.
“Las palabras llena de gracia me recuerdan que el Espíritu
Santo me colmó de tantas gracias, que puedo comunicarlas
con abundancia a quienes las piden por mediación mía”.
“Diciendo el Señor está contigo, siento renovarse la inefable
alegría que experimenté cuando el Verbo eterno se encarnó
en mi seno”.
“Cuando me dice bendita tú eres entre todas las mujeres,
tributo alabanzas a la misericordia divina que se dignó
elevarme a tan alto grado de felicidad”.
“Ante las palabras bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, todo
el cielo se alegra conmigo al ver a Jesús, mi Hijo, adorado
y glorificado por haber salvado al hombre”.
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