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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
VIGESIMOTERCERA ROSA
El Rosario:
Memorial de la vida y muerte de Jesucristo.
68 Jesucristo, divino Esposo de nuestras almas, nuestro
amigo dulcísimo, desea que recordemos sus beneficios y
los apreciemos más que todas las cosas. Experimenta una
gloria accidental –lo mismo que la Santísima Virgen y los
santos del cielo– cuando meditamos con amor y devoción
los sacrosantos misterios del Rosario. Que constituyen los
más visibles efectos de su amor hacia nosotros y los más
ricos presentes que pudo hacernos. Pues, la Santísima
Virgen y todos los Santos gozan por ellos de la gloria.
La Beata Angela de Foligno pidió un día al Señor que le
indicara con qué ejercicio podía honrarlo más. Él se le
apareció en la cruz y le dijo: «Hija mía, ¡contempla mis
llagas!» Así aprendió del Salvador amabilísimo que nada
le es más agradable que la meditación de sus sufrimientos.
Jesús le mostró después las heridas de su cabeza y varias
circunstancias de sus tormentos, y le dijo: «He sufrido
todo esto por tu salvación, ¿qué puedes hacer que iguale al
amor que te tengo?»
69 El santo sacrificio de la Misa honra infinitamente a
la Santísima Trinidad, porque representa la pasión de
Jesucristo y por él ofrecemos los méritos de su obediencia,
sufrimientos y sangre. Toda la corte celestial recibe con la
santa Misa una gloria accidental. Varios doctores –entre
ellos Santo Tomás– nos dicen, por la misma razón, que el
cielo se alegra de la comunión que reciben los fieles, porque
el Santísimo Sacramento es un memorial de la pasión y
muerte de Jesucristo y mediante él participan los hombres
en sus frutos y avanzan en el camino de la salvación.
Ahora bien, el Santo Rosario –recitado con la meditación
de los sagrados misterios– es un sacrificio de alabanza a
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