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El Secreto Admirable del Santísimo Rosario
caído tan vergonzosamente ni causado tantos escándalos
en cuestiones de devoción. Pretender que se pueden
componer oraciones más sublimes que el Padrenuestro y
el Avemaría y abandonar estas divinas oraciones que son
el sostén, fuerza y salvaguardia del alma es una engañosa
ilusión del demonio.
Estoy de acuerdo en que no es necesario recitarlas siempre
vocalmente y que la oración mental es, en cierto sentido, más
perfecta que la vocal. ¡Pero te aseguro que es peligroso –por
no decir perjudicial– abandonar voluntariamente el rezo
del Rosario, so pretexto de una unión más íntima con Dios!
El alma sutilmente orgullosa, engañada por el demonio
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meridiano hace interiormente cuanto puede para
elevarse al grado más sublime de la oración de los santos,
desprecia y abandona para ello, sus métodos antiguos de
orar que juzga buenos sólo para almas ordinarias. Cierra
por sí misma el oído a las oraciones, al saludo de un ángel
y aun a la oración compuesta, practicada y prescrita por
Dios: Oren así: Padre nuestro... (Mt 6,9). Y así va cayendo de
ilusión en ilusión y de precipicio en precipicio.
78 ¡Créeme, querido cofrade del Rosario! ¿Quieres
llegar a altos grados de contemplación sin menoscabo
de la oración y sin caer en las ilusiones del demonio –tan
frecuentes en personas de oración–? Recita, si puedes,
todos los días, el Santo Rosario o, por lo menos, la tercera
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parte de él . Quizás hayas llegado ya a esos grados, por
gracia de Dios. Si quieres mantenerte en ellos y crecer en
humildad, persevera en fidelidad a la práctica del Santo
Rosario. Porque una persona que recite su Rosario cada
28 Demonio meridiano o del mediodía, según la expresión bíblica (Sal
91[90],6). Montfort lo identifica con aquel que tienta, vestido de ángel de
luz (2 Co 11,14), con motivos espirituales.
29 Por una exagerada estima de sí misma cree el alma que todo su adelanto
espiritual se debe a sus propias fuerzas. ¡Fariseísmo auténtico!.
30 En nota, transcribe Montfort el siguiente texto de las Revelaciones de
Santa Catalina de Siena: Cualquiera -justo o pecador- que acude a Ella
con devoto respeto no será engañado ni devorado por el demonio infernal.
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