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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              día  no  caerá  jamás  formalmente  en  la  herejía  ni  será
              engañada por el demonio. ¡Con mi sangre rubricaría esta
              afirmación! Si Dios, no obstante, en su infinita bondad te
              atrae  tan  poderosamente  en  medio  del  Rosario  como  a
              algunos  santos,  déjate  conducir  por  su  atracción,  deja  a
              Dios actuar y orar en ti y recitar el Rosario a su manera. Y
              que esto te baste en ese día.

              Pero, si hasta ahora te hallas en la contemplación activa o
              en la oración ordinaria, de quietud, de presencia de Dios y
              de afecto, tienes aún menos razón para dejar tu Rosario, ya
              que –muy lejos de retroceder en la virtud y la oración– el
              recitarlo, te servirá más bien de ayuda maravillosa y será
              la  verdadera  escala  de  Jacob  (Ver  Gn  28,12),  con  quince
              escalones, por los cuales irás subiendo de virtud en virtud
              y de luz en luz, hasta llegar fácilmente y sin engaño a la
              perfección en Jesucristo.



              VIGESIMOSEXTA ROSA

                  El Rosario:
                  Oración sublime.

              79   Evita  cuidadosamente  el  imitar  la  obstinación  de
              aquella  devota  de  Roma  de  quien  tanto  hablan  Las
              Maravillas del Rosario. Era persona tan piadosa y ferviente
              que  con  su  vida  santa  confundía  a  los  religiosos  más
              austeros de la Iglesia de Dios.

              Quiso  consultar  a  Santo  Domingo.  Se  confesó  con  él.
              El  santo  le  impuso  como  penitencia  rezar  un  Rosario  y
              le  aconsejó  que  lo  rezara  todos  los  días.  Ella  se  excusó
              diciendo  que  tenía  todos  sus  ejercicios  ya  organizados:
              cada  día  ganaba  las  indulgencias  de  las  estaciones  de
              Roma, llevaba cilicios, tomaba disciplina varias veces por
              semana y hacía tantos ayunos y mil otras penitencias. El
              Santo la volvió a exhortar a seguir su consejo. Pero ella se
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