Page 551 - Obras_Completas_2da_Ed
P. 551

↑ ÍNDICE


              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              VIGESIMOCUARTA ROSA


                  El Rosario:
                  La meditación de sus misterios es un medio eficaz de
                  perfección.

              71   Los santos tenían como objeto principal de estudio la
              vida de Jesucristo, cuyas virtudes y sufrimientos meditaban.
              Por  este  medio  llegaron  a  la  perfección  cristiana.  San
              Bernardo comenzó por este ejercicio y perseveró siempre
              en él. “Desde el principio de mi conversión -escribe- hice
              un  ramillete  de  mirra,  formado  por  los  dolores  de  mi
              Salvador y lo coloqué sobre mi corazón, pensando en los
              azotes, espinas y clavos de la pasión y aplicándome con
              toda mi alma a meditar cada día estos misterios”.

              Era también este el ejercicio de los santos mártires. Nos
              admira  la  forma  como  triunfaron  de  los  más  crueles
              tormentos.  ¿De  dónde  podría  venir  aquella  admirable
              constancia de los mártires –añade San Bernardo– sino de las
              llagas de Jesucristo en las que meditaban frecuentemente?
              ¿Dónde  se  hallaba  el  alma  de  estos  generosos  atletas,
              mientras su sangre corría y sus cuerpos eran triturados por
              los suplicios? ¡Estaba en las llagas de Jesucristo, y éstas los
              hacían invencibles!

              72   La Madre Santísima del Salvador dedicó toda su vida a
              meditar las virtudes y sufrimientos de su Hijo. Cuando oyó
              a los ángeles cantar himnos de alabanza en su nacimiento,
              cuando vio a los pastores adorarlo en el establo, se llenó de
              admiración y meditaba en tantas maravillas. Comparaba
              las  grandezas  del  Verbo  encarnado  con  su  profundo
              abatimiento; las pajas y el pesebre, con su trono y el seno
              del Padre; el poder de un Dios, con la debilidad de un niño;
              su sabiduría, con su sencillez.

              La Santísima Virgen dijo un día a Santa Brígida: «Cuando
              contemplaba la belleza, modestia y sabiduría de mi Hijo,
              552
   546   547   548   549   550   551   552   553   554   555   556