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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
VIGESIMOCUARTA ROSA
El Rosario:
La meditación de sus misterios es un medio eficaz de
perfección.
71 Los santos tenían como objeto principal de estudio la
vida de Jesucristo, cuyas virtudes y sufrimientos meditaban.
Por este medio llegaron a la perfección cristiana. San
Bernardo comenzó por este ejercicio y perseveró siempre
en él. “Desde el principio de mi conversión -escribe- hice
un ramillete de mirra, formado por los dolores de mi
Salvador y lo coloqué sobre mi corazón, pensando en los
azotes, espinas y clavos de la pasión y aplicándome con
toda mi alma a meditar cada día estos misterios”.
Era también este el ejercicio de los santos mártires. Nos
admira la forma como triunfaron de los más crueles
tormentos. ¿De dónde podría venir aquella admirable
constancia de los mártires –añade San Bernardo– sino de las
llagas de Jesucristo en las que meditaban frecuentemente?
¿Dónde se hallaba el alma de estos generosos atletas,
mientras su sangre corría y sus cuerpos eran triturados por
los suplicios? ¡Estaba en las llagas de Jesucristo, y éstas los
hacían invencibles!
72 La Madre Santísima del Salvador dedicó toda su vida a
meditar las virtudes y sufrimientos de su Hijo. Cuando oyó
a los ángeles cantar himnos de alabanza en su nacimiento,
cuando vio a los pastores adorarlo en el establo, se llenó de
admiración y meditaba en tantas maravillas. Comparaba
las grandezas del Verbo encarnado con su profundo
abatimiento; las pajas y el pesebre, con su trono y el seno
del Padre; el poder de un Dios, con la debilidad de un niño;
su sabiduría, con su sencillez.
La Santísima Virgen dijo un día a Santa Brígida: «Cuando
contemplaba la belleza, modestia y sabiduría de mi Hijo,
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