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↑ ÍNDICE
Montfort, Apóstol, Profeta y Testigo
“Cristo vive en mí”. Ha subrayado lo que con palabras de
Bérulle podríamos llamar el ritmo de la “desapropiación”
y de la “adhesión”, la presencia de Cristo como “capacidad
vivificante” y vida íntima del alma. Pero no se detiene
aquí; más bien ahora empieza propiamente la parte más
personal de su amorosa pedagogía: nos ofrece los medios
para vivir esa vida, nos propone, extrayéndolo de lo íntimo
de su propia experiencia, un atajo para la perfección y un
secreto de santidad.
MARÍA
Este secreto es María. Diversas motivaciones humanas
y espirituales pueden haber preparado a Luis María de
Montfort a elevar a la Madre de Dios el himno que toda
su vida y obra están expresando. Himno que manifiesta la
ternura de este fuerte corazón de combatiente acostumbrado
a rudas batallas. María es la luz meridiana y la sonrisa de su
itinerario espiritual y también el otro polo ‒junto al Cristo
Sabiduría‒ de su doctrina. Madre siempre subordinada al
Hijo, pero inseparable de Él.
ESCLAVITUD DE AMOR
Montfort no ha desarrollado ningún proyecto suyo completo
del camino de la perfección; no ha construido como tantos
autores místicos una paciente “escala” de amor. Quisiéramos
decir que se ha desembarazado de todo eso con un gesto que
lo recoge todo y en el cual se halla el núcleo de su doctrina:
nos referimos a la fórmula de la santa esclavitud o esclavitud
de amor, que encierra el itinerario de purificación y vida de
unión, ascesis e instrucción mística, colocándolo todo a la
sombra de la devoción mariana. Consiste en consagrarse
a Jesús por María en calidad de esclavo de amor: es decir,
en “consagrase y entregarse voluntariamente y por amor,
con plena libertad, totalmente, sin limitaciones, en cuerpo y
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