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↑ ÍNDICE
Montfort, Apóstol, Profeta y Testigo
toma el mayor relieve en la Escuela Francesa, polarizada
en torno al misterio de la Encarnación: y la Encarnación
no nos da a Jesús solo, sino a Jesús con su Madre. “Jesús
que vive en María”, la fórmula cara a Olier, resume en
una expresión densa el aporte mariano de Bérulle y
sus seguidores, a quienes pertenece el mérito de haber
reconocido el vínculo insoluble existente entre la Madre y
el Hijo y haber subrayado “la unidad de espíritu y de acción
de Jesús y de María en la obra de la redención, que comienza
en la Encarnación... El Hijo y la Madre son, en realidad, el
principio indivisible de nuestra redención y de la mediación
entre el cielo y la tierra, María por la plenitud de gracia que
la hace totalmente una con el Hijo.
CUERPO MÍSTICO
El haber penetrado en el misterio de la maternidad espiritual
de María como consecuencia de su maternidad divina,
confiere particular vitalidad a la mediación mariana.
Montfort desarrolla el concepto de Cuerpo Místico
para explicar la función de María en nuestra generación
espiritual: “Dios forma en ella –según Olier– a su propio
Hijo en toda su extensión, como “Hombre perfecto” (Ef
4,13), en sí mismo y en todos los miembros, es decir, en
su Iglesia. En el mismo instante en que Jesús nacía en el
seno de la Madre, también la Iglesia nacía de Él. Ella es la
creatura universal que lleva en su seno al mundo entero y
que, por el deseo de salvarlo, intercede continuamente por
todos los hombres”.
Antes que el P. de Montfort, sus maestros de la Escuela
francesa tuvieron el mérito de haber sacado las consecuencias
prácticas de la contemplación de “Jesús que vive en María”.
Ellos nos recuerdan la oportunidad de “darse a Jesús por
María”, “unirse a Él en Ella, para vivir sólo para Él por
medio de ella”. Excepcional eficacia adquiere la imagen
empleada por Montfort, que ve en María “la forma”, el
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