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                                             El Secreto Admirable del Santísimo Rosario

                   los echa fuera y hace temblar a todo el infierno. El Beato
                   Alano asegura haber visto a varias personas que se habían
                   entregado al diablo en cuerpo y alma y habían renunciado
                   al bautismo y a Jesucristo y que, tras abrazar la devoción
                   del Santo Rosario, fueron libradas de su esclavitud a
                   Satanás.



                   TRIGESIMOSEXTA ROSA

                           Una mujer de Amberes, liberada de las cadenas del demonio.


                   109  En el año 1.578, una mujer de Amberes se entregó al
                   demonio, firmándole el compromiso con su sangre. Algún
                   tiempo después se arrepintió y, deseando reparar el mal
                   que había hecho, buscó un confesor prudente y caritativo
                   para encontrar el medio de liberarse del poder de Satanás.
                   Encontró  un sacerdote sabio y virtuoso  que le aconsejó
                   buscar  al  P.  Enrique,  religioso  del  convento  de  Santo
                   Domingo y director de la cofradía del Rosario, confesarse
                   con  él  y  pedirle  la  inscribiera  en  la  cofradía.  Fue  ella  a
                   buscarlo, pero, en lugar del sacerdote, encontró al demonio
                   bajo la forma de un religioso que la reprendió severamente
                   y  le  dijo  que  no  podía  esperar  de  Dios  ninguna  gracia
                   ni había medio de revocar lo que había firmado. Esto la
                   afligió profundamente, mas no por ello perdió totalmente
                   la esperanza en la misericordia de Dios y volvió a buscar al
                   sacerdote. Encontró nuevamente al diablo, que la rechazó
                   como en la vez anterior. Pero, repitiendo por tercera vez
                   el intento, permitió el Señor que encontrara al P. Enrique
                   a quien buscaba y que la recibió con caridad y la exhortó
                   a  confiar  en  la  misericordia  divina  y  hacer  una  buena
                   confesión. La recibió en la cofradía y le ordenó que rezara
                   con frecuencia el Santo Rosario. Cierto día, durante la Misa
                   que el P. Enrique celebraba a intenciones de la susodicha
                   mujer,  la  Santísima  Virgen  obligó  al  diablo  a  devolver
                   el compromiso firmado. Y así quedó ella liberada por la
                   autoridad de María y la devoción del Santo Rosario.
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