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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              le  decía:  “¡Responde  a  Domingo,  mi  servidor!”.  Nótese
              que nadie veía ni oía a la Santísima Virgen, fuera de Santo
              Domingo.

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              103   Entonces los demonios comenzaron a gritar :
              “¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por
              qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel?
              ¿Será preciso que por ti, ¡oh abogada de los pecadores a
              quienes sacas del infierno!, ¡oh camino seguro del cielo!,
              seamos obligados –a pesar nuestro– a confesar delante de
              todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de
              nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!”
              “¡Oigan,  pues,  cristianos!  Esta  Madre  de  Cristo  es
              omnipotente y puede impedir que sus  siervos caigan en el
              infierno. Ella, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras
              astutas  maquinaciones.  Descubre  nuestras  tentaciones.
              Nos  vemos  obligados  a  confesar  que  ninguno  que
              persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo
              suspiro que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más
              que todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos.
              Le tememos más que a todos los bienaventurados juntos y
              nada podemos contra sus fieles servidores”.

              104   “Tengan también en cuenta que muchos cristianos
              que la invocan al morir y que deberían condenarse, según
              las leyes ordinarias, se salvan, gracias a su intercesión. ¡Ah!
              Si esta Marieta –así la llamaban en su furia– no se hubiera
              opuesto  a  nuestros  designios  y  esfuerzos,  ¡hace  tiempo
              habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado
              en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías! Tenemos
              que añadir, con mayor claridad y precisión –obligados por
              la violencia que nos hacen– que nadie que persevere en el
              rezo del Rosario, se condenará. Porque Ella obtiene para
              sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados,
              para que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia
              de ellos”.


              34  En el original el No. 103 contiene el texto latino, cuya traducción hemos
                 distribuido en los Nos. 103 y 104 en esta edición.
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