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Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort
El Santo le ordenó rezar todos los días el Rosario. Prometió
él hacerlo y se inscribió en la cofradía. Su rostro, que había
asustado a todos, parecía tan brillante como el de un ángel,
cuando salió de la Iglesia. Perseveró en la devoción del
Rosario, llevó una vida ordenada y murió dichosamente.
TRIGESIMOTERCERA ROSA
Un albigense poseso.
101 Mientras Santo Domingo predicaba cerca de
Carcasona, le presentaron un albigense poseído del
demonio. El Santo lo exorcizó en presencia de una gran
muchedumbre. Se cree que estaban presentes más de doce
mil personas. Los demonios que poseían a este infeliz
fueron obligados a responder, a pesar suyo, a las preguntas
del Santo y confesaron:
1. que eran quince mil los que poseían el cuerpo de aquel
miserable, porque había atacado los quince misterios
del Rosario;
2. que con el Rosario que Santo Domingo predicaba
causaba terror y espanto a todo el infierno, y que era el
hombre más odiado por ellos a causa de las almas que
les arrebataba con la devoción del Rosario;
3. revelaron, además, muchos otros particulares.
Santo Domingo arrojó su Rosario al cuello del poseso y les
preguntó que de todos los santos del cielo a quien temían
más y a quién debían amar y honrar más los mortales.
A esta pregunta, los demonios prorrumpieron en alaridos
tan espantosos, que la mayor parte de los oyentes cayó en
tierra, sobrecogidos de espanto. Los espíritus malignos,
para no responder comenzaron a llorar y lamentarse en
forma tan lastimera y conmovedora, que muchos de
los presentes empezaron también a llorar movidos por
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