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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              CUADRAGESIMOSEXTA ROSA


                  Rezar el Rosario en comunidad.
              131  Entre  tantos  métodos  como  existen  de  rezar  el
              Rosario, el más glorioso para Dios, saludable para el alma
              y terrible para el demonio es el de salmodiarlo o rezarlo
              públicamente a dos coros.

              Dios se complace en las asambleas. Todos los ángeles y
              santos congregados en el cielo le alaban  incesantemente.
              Los justos de la tierra reunidos en varias comunidades le
              imploran  en  comunidad  día  y  noche.  El  Señor  aconsejó
              expresamente esta práctica a sus apóstoles y discípulos y
              les prometió que, cuantas veces se reunieran dos o tres en
              su nombre, Él se encontraría en medio de ellos (Ver Mt
              18,20) para rogar en su nombre y rezar la misma oración.
              ¡Qué alegría tener a Jesús en nuestra compañía! ¡Y pensar
              que  para  poseerlo  basta  solamente  reunirse  a  rezar  el
              Rosario!  Es  la  razón  por  la  cual  los  primeros  cristianos
              se reunían tantas veces para orar juntos, a pesar de las
              persecuciones  de  los  emperadores  que  les  prohibían
              reunirse. Preferían exponerse a la muerte antes que faltar
              a sus asambleas, en las que tenían la certeza de que Jesús
              les hacía compañía.

              132   La oración en común es la más saludable al alma:

              1.  porque de ordinario la mente está más atenta durante
                  la oración pública que durante la privada;
              2.  porque, cuando se ora en comunidad, la oración de
                  cada persona se convierte en la de toda la asamblea y
                  todas juntas sólo forman una oración. De suerte que
                  si algún particular no reza tan bien, otro que lo hace
                  mejor suple su falta. El fuerte sostiene al débil, y el
                  fervoroso enardece al tibio, el rico enriquece al pobre
                  y el malvado se integra a los buenos. ¿Cómo vender un
                  kilo de cizaña? ¡Basta mezclarla con cuatro o cinco de
                  trigo bueno! ¡Y todo se vende!;
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