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↑ ÍNDICE


                                                La Compañía de María, A los Asociados


                   les levantan, de los terrores de la noche y de las tinieblas
                   que les aterran, de los asaltos del demonio del mediodía,
                   que busca seducirlos; yo los esconderé bajo mis alas; yo los
                   llevaré sobre mis hombros; yo los alimentaré en mis pechos;
                   yo los armaré con mi verdad, y en forma tan poderosa, que
                   verán con sus propios ojos caer a sus enemigos a millares en
                   torno suyo: mil malvados pobres a su izquierda y diez mil
                   ricos malvados a su derecha, sin que a ustedes se acerque
                   siquiera mi venganza.

                   Ustedes caminarán valerosos sobre el áspid y el basilisco
                   envidioso y calumniador; pisotearán al león y al dragón
                   impío, soberbio y orgulloso; yo los acompañaré en sus
                   sufrimientos; yo los libraré de todos sus males; yo los
                   glorificaré con la plenitud de mi gloria, que les manifestaré
                   abiertamente, después de haberlos colmado de días y de
                   bendiciones sobre la tierra, (Sal 91[90]).


                   4   Éstas son, querida y pequeña Compañía de María, las
                   promesas admirables que Dios les hace por boca del profeta,
                   si por María ponen toda su confianza en Él. Abandonados
                   como están todos a su Providencia, a Dios toca sostenerlos,
                   multiplicarlos y decir: Sean fecundos y multiplíquense y llenen
                   la tierra, (Gn 1, 28); no teman, pues, su pequeño número. A
                   Dios toca defenderlos; no teman, pues, a sus enemigos. A
                   Dios toca vestirlos, alimentarlos y mantenerlos; no teman,
                   pues, que les falte lo necesario en estos críticos tiempos que
                   lo son solamente por falta de confianza en Dios (Mt 6, 26-
                   34). A Dios toca glorificarlos, lo enalteceré, (Sal 91[90], 15); no
                   teman, pues, que les arrebaten su gloria. En una palabra, no
                   le teman a nada y descansen seguros sobre el seno paternal
                   de Dios.


                   5   Pero, poco es no tener nada. Dios quiere que esperen de
                   él grandes cosas y que esta esperanza les colme de alegría.
                   Este riquísimo y bondadosísimo Padre quiere darles el
                   reino de su gracia. Ustedes son reyes y sacerdotes de Dios:
                   los hiciste reino y sacerdotes para nuestro Dios, (Ap 5,10), por
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