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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort


              su carácter de cristianos y de sacerdotes. Pero, son reyes,
              además, por su pobreza voluntaria: felices los que tienen
              espíritu de pobre, porque de ellos es el reino de los cielos, (Mt 5,
              3). El Señor no les dice solamente que obtendrán el reino de
              los cielos, sino que teniendo espíritu de pobre, ya lo poseen.
              ¿Cómo?

              6   1º  Porque, así como en el cielo no hay necesidad de
              nada de lo que existe sobre la tierra, sino que se rebosa de
              bienes espirituales y eternos y se posee plenamente a Dios,
              del mismo modo los pobres voluntarios como ustedes, no
              necesitan nada sobre la tierra, porque ni quieren ni desean
              nada, de lo contrario, no tendrían espíritu de pobre; porque,
              como dice el sabio: Como son el espíritu y el corazón del pobre,
              así son sus riquezas, (Eclo 38, 20). Si su corazón está contento,
              es rico y no le falta nada.

              7   2º  Los que tienen espíritu de pobre son ricos en la fe
              y en las demás virtudes; es sobradamente rico el que tiene
              espíritu de pobre con Jesucristo, dice San Jerónimo. Es rico
              en consuelos divinos, (Sal 68[67], 11). Al no ser herido por las
              espinas de los ricos ni el deseo de las riquezas y al privarse
              como un rey del cielo de las dulzuras terrestres y carnales,
              rebosa de consuelos divinos: ofrece manjar de reyes, (Gn
              49, 20). Hasta es ya rico con la gloria del cielo, aunque su
              cuerpo no esté allí todavía. Oro es lo que vale oro. Del mismo
              modo: lo que vale el cielo, podemos decir que es el cielo.
              ¿Qué vale tener espíritu de pobre? El reino de los cielos, la
              gloria de los cielos.

              8   3º  El que tiene verdadero espíritu de pobre posee al
              mismo Dios en su corazón. «¿Habrá algo más glorioso para
              el hombre que vender sus bienes y comprar a Cristo?»,
              pregunta San Agustín, ¡Oh dichosa venta! ¡Oh dichosa
              compra! El hombre desconoce su valor, (Jb 28, 13). Sepan,
              queridos hermanos, que ningún hombre conoce el precio
              de su pobreza evangélica: «Rica es realmente la pobreza
              cristiana, pues, más es lo que tiene que lo que no posee; ni
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