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                                                La Compañía de María, A los Asociados


                   teme sufrir la miseria en este mundo, aquél a quien fue dado
                   poseerlo todo, al poseer al Dueño de todo cuanto existe» .
                                                                       13

                   9   Para acrecentar el tesoro de su pobreza y el gran reino
                   que han conquistado, observen estas tres prácticas: 1ª.
                   Aprecien y amen tiernamente la pobreza real y afectiva
                   que han abrazado: nadie se hace rico con más facilidad
                   ni sabe emplear mejor las riquezas, dice un sabio obispo,
                   que el que tiene verdadero espíritu de pobre, pues, sabe
                   que  las  riquezas  no  sirven  sino  para  hacer  pobres  y
                   miserables a quienes poseyéndolas las aman, y que hacen
                   verdaderamente ricos y felices a quienes se deshacen de ellas
                   con santo y glorioso menosprecio: las riquezas convierten
                   en pobre y miserable al que las ama, en dichoso y rico al
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                   que por Cristo las desprecia  (Umbertus). No se vuelvan,
                   pues, a mirar el patrimonio o beneficios que han dejado: Todo
                   el que pone la mano al arado y mira para atrás, no sirve para el
                   reino de Dios, (Lc 9,62). Ni miren hacia los lados, con envidia,
                   tantos bienes, eclesiásticos o no, que pudieran ciertamente
                   poseer como tantos otros cuya vista despierta las pasiones en
                   los insensatos, (Sab 15,5).

                   10  2ª. Experimenten voluntariamente las consecuencias
                   de la pobreza. A saber: a) el trabajo, no comiendo el pan
                   sino con el sudor de la frente, en la predicación y en el
                   confesionario; b) las humillaciones y desprecios de que son
                   objeto ordinariamente los eclesiásticos pobres; c) las demás
                   incomodidades que acompañan a la pobreza, en los vestidos,
                   la comida, la habitación, las fatigas y los viajes.

                   11  3ª. Anhelen, sin cesar, los bienes eternos, y golpeen a
                   la puerta de la misericordia de Jesucristo, que reconoce y
                   oye ciertamente a todos los que van vestidos con la librea
                   de su pobreza. El que tiene verdadero espíritu de pobre y


                   13  Ideas similares, aunque no textuales, en San Agustín, Serm. 78: PL
                      38,492; Serm. 85: PL 38,521
                   14  Humberto de Romans, Epistola de tribus votis substantialibus religionis.
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