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La Compañía de María, Regla de los Sacerdotes Misioneros
9. REGLAS DEL CATECISMO
79 1. Siendo el oficio de catequista el más importante de la
misión, quien lo ha recibido por obediencia pone el mayor
empeño en cumplirlo bien. De hecho, es más difícil hallar
un catequista acabado que un predicador perfecto.
80 2. El catequista procura hacerse amar y temer al mismo
tiempo. Pero de modo que el aceite del amor supere el
vinagre del temor. Por ello, si intimida a los niños con
amenazas y castigos humillantes, como un buen maestro,
los anima como un buen padre con las alabanzas que les
prodiga, las recompensas que les promete y distribuye, y
el cariño que les manifiesta. Jamás les pega ni con la mano
ni con la vara. Pero si algún niño se muestra incorregible,
lo envía a sus padres para que le den diez o doce azotes.
81 3. Procura con toda energía que los niños no hablen
ni armen desorden durante el catecismo. Si les perdona la
primera vez, la segunda les amenaza, la tercera les impone
un castigo y la cuarta les envía a que les propinen los azotes
que merecen.
82 4. Siendo los niños, por naturaleza, muy inclinados a
reír, procura mostrarse siempre serio y no decir nada que
les excite a reír a carcajadas. Puede, sin embargo –incluso
debe– amenizar el catecismo –de suyo bastante árido– con
modales atractivos, con salidas chistosas, con historias cortas
y agradables, a fin de tener contentos con todo ello a los
niños y renovar su atención.
83 5. Su gran principio debe ser preguntar mucho a los
niños, hablar muy poco mientras les pregunta y hacerles, por
sí mismo o por otro misionero, una exhortación fervorosa
de un cuarto de hora sobre alguna verdad fundamental
al final del catecismo. En esta forma, una vez ilustrado
el entendimiento por las preguntas del catecismo, el
corazón de los niños queda encendido y conmovido por
esta exhortación. La experiencia enseña que de todos los
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