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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              38  Todo  en  el  ser  humano  era  luminoso,  sin  tinieblas;
              hermoso, sin fealdad; puro, sin mancha alguna; armonioso,
              sin  desorden  ni  defecto  o  imperfección.  Tenía  en  la
              inteligencia la luz de la Sabiduría como patrimonio para
              conocer con perfección a su Creador y a las criaturas. Tenía
              en el alma la gracia de Dios para ser inocente y agradar
              al Altísimo. Estaba dotado de inmortalidad en el cuerpo.
              Ardía en su corazón el amor puro de Dios –sin  temor a la
              muerte– y amaba a Dios continuamente y por él mismo,
              sin interrupción ni segundas intenciones. Por último, era
              tan divino, que vivía constantemente fuera de sí mismo,
              arrobado  en  Dios,  sin  pasiones  que  vencer  ni  enemigos
              que combatir.

              ¡Oh  generosidad  de  la  Sabiduría  eterna  para  con  el  ser
              humano! ¡Oh feliz estado del ser humano en la inocencia!

                  2.  Desgracia suprema del pecado...

              39  Pero  ¡oh  desgracia  suprema!...  ¡Este  vaso  de  Dios
              se quiebra en mil pedazos! ¡La hermosa estrella cae por
              tierra! ¡El radiante sol se cubre de fango! ¡El ser humano
              peca, y al pecar pierde su sabiduría, inocencia, hermosura
              e inmortalidad! En una palabra: ¡pierde todos los bienes
              recibidos, mientras le asalta infinidad de males! (Ef 2,3).

              Su  inteligencia  queda  embotada  y  entenebrecida:  ya  no
              puede ver nada; su corazón se vuelve de hielo para con Dios:
              ya no lo ama; su alma queda ennegrecida por el pecado: se
              asemeja al demonio. Surgen desordenadas las pasiones: ya
              no es dueño de ellas; no le queda otra compañía que la del
              demonio: se ha convertido en morada y esclavo suyo. Las
              criaturas se rebelan y le hacen la guerra.

              ¡En  un  momento,  el  ser  humano  se  ha  convertido  en
              esclavo del demonio, objeto de la ira divina y víctima del
              infierno!  Se  encuentra  tan  repugnante  a  sí  mismo,  que


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