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El Amor de la Sabiduría Eterna
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–avergonzado– corre a esconderse . Se siente maldecido
y condenado a muerte. Se ve arrojado del paraíso terrenal
y pierde su derecho al cielo. Se ve condenado a llevar una
vida carente de esperanza y felicidad y llena de desgracias
en esta tierra maldita. Tendrá que morir como un criminal.
Después de la muerte será condenado –como el diablo– en
cuerpo y alma por la eternidad. ¡Y todo esto, para él y su
descendencia! 31
Esta fue la espantosa desgracia en que se precipitó el ser
humano al pecar y ésta, la justa sentencia que la justicia
divina pronunció contra él.
40 En semejante estado, la situación de Adán parece
desesperada: ni los ángeles ni las criaturas pueden
ayudarle. Nada es capaz de redimirlo, porque era
demasiado bello y perfecto en su creación, y a consecuencia
del pecado quedaba demasiado asqueroso y repugnante.
Se ve arrojado del paraíso y de la presencia de Dios. Tiene
conciencia de que la justicia de Dios lo perseguirá a él y
a toda su descendencia. Ve que se le cierra el cielo y se le
abre el infierno, sin que nadie pueda abrirle el primero y
cerrarle el segundo.
30 “El hombre y su mujer se escondieron entre los árboles del jardín, para
que el Señor no los viera” (Gén 3,8).
31 El autor hace aquí abstracción de la obra redentora. Vemos al ser humano
abandonado a sí mismo.
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