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↑ ÍNDICE


                                                     El Amor de la Sabiduría Eterna

                   125  Y  ¿quién  podrá  explicar  la  dulzura  de  Jesús  para
                   con  los  pobres  pecadores?  ¡Con  cuánta  dulzura  trataba
                   a Magdalena la pecadora! (Ver Lc 7,36-50; 8,2). ¡Con qué
                   amable condescendencia convirtió a la Samaritana! (Ver Jn
                   4,4ss).    ¡Con  cuánta  misericordia  perdonó  a  la  mujer
                   adúltera! (Ver Jn 8,2ss). ¡Con cuánta caridad iba a sentarse
                   a la mesa de los publicanos para convertirlos! (Ver Mt 9,10-
                   13).  Sus  enemigos  aprovecharon  esta  dulzura  suya  para
                   perseguirlo,  diciendo  que  con  su  condescendencia  hacía
                   quebrantar la ley de Moisés (Ver Jn 5,1-18). Para insultarlo,
                   lo llamaron amigo de pecadores y publicanos (Mt 9,11).
                   ¡Con  cuánta  bondad  y  humildad  trató  de  conquistar  el
                   corazón de Judas, que intentaba traicionarlo! (Mt 26,50; Lc
                   22,48...). ¡Le lavó los pies (Jn 13,2ss) y lo llamó amigo suyo!
                   (Mt 26,50). Por último, ¡con cuánta caridad pidió perdón a
                   Dios, su Padre, por sus verdugos, disculpándolos por no
                   saber lo que hacían! (Lc 23,34).

                   126  ¡Oh!  ¡Cuán  bella,  dulce  y  cariñosa  es  la  Sabiduría
                   encarnada,  Jesucristo!  ¡Bella  en  la  eternidad,  por  ser  el
                   esplendor del Padre, el espejo sin mancha y la imagen de
                   su bondad (Sab 7,26; –ver también ASE 16), más radiante
                   que el sol y más resplandeciente que la misma luz! ¡Bella
                   en el tiempo, por haber sido formada pura, libre de pecado
                   y  fulgurante  de  belleza  por  el  Espíritu  Santo,  por  haber
                   enamorado  durante  su  peregrinar  terreno  la  vista  y  el
                   corazón de los hombres y ser hoy la gloria de los ángeles!
                   ¡Tierna y dulce con los hombres, y especialmente con los
                   pobres pecadores, a los cuales vino a buscar visiblemente
                   sobre la tierra y a quienes sigue buscando todos los días de
                   manera invisible!



                   7.    LA SABIDURÍA ES DULCE EN LA GLORIA

                   127  Nadie  imagine  que,  por  hallarse  ahora  Jesús
                   triunfante y glorioso, sea menos dulce y condescendiente.
                   Al  contrario,  su  gloria  perfecciona,  en  cierto  modo,  su
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