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El Amor de la Sabiduría Eterna
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San Juan Crisóstomo – eran tan dulces e imponentes a
la vez, que cuantos lo veían no podían menos de amarlo.
Reyes hubo de países muy remotos que quisieron poseer
su efigie. Dicen que el Señor mismo, por especial favor, la
hizo enviar al rey Abogaro. Y aseguran algunos autores
que los soldados romanos y los judíos le velaron el rostro
a Jesús para abofetearlo y maltratarlo con mayor libertad,
porque sus ojos y su semblante despedían tan suave y
encantadora luz, que desarmaba aun a los más crueles.
5. LA SABIDURÍA ES DULCE EN SUS PALABRAS
122 Jesús es dulce en las palabras. Mientras vivía en
la tierra, conquistaba a todo el mundo con la dulzura
de sus palabras. Jamás se le oyó gritar ni disputar
acaloradamente. Precisamente así lo habían anunciado
los profetas: No gritará, no clamará, no voceará por las calles
(Is 42,2). Quienes lo escuchaban desapasionadamente, se
sentían tan penetrados por las palabras que salían de su
boca, que exclamaban: ¡Nadie ha hablado nunca como ese
hombre! (Jn 7,46). Y sus propios enemigos, sorprendidos
de su elocuencia y sabiduría, se preguntaban: ¿De dónde
saca éste ese saber? (Mt 13,54). Nadie ha hablado nunca con
tanta dulzura y gracia. ¿De dónde saca tanta sabiduría en sus
palabras?
Las personas humildes dejaban a millares sus hogares
y familias para ir a escucharlo hasta en los desiertos
y pasaban días y días sin comer ni beber, saciándose
únicamente con la dulzura de sus palabras. Dulzura con
la cual atrajo en seguimiento suyo a los apóstoles como
con un imán, curó a los enfermos más incurables, consoló
a los afligidos. Bastó que dijera a la atribulada Magdalena
la sola palabra: ¡María!, para que ella quedara colmada de
dicha y de dulzura (Jn 20,16).
90 Homilía 27 in Matthaeum n.2: PG 57,346.
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