Page 214 - Obras_Completas_2da_Ed
P. 214
↑ ÍNDICE
El Amor de la Sabiduría Eterna
sed –dice San Lorenzo Justiniano– provenía del fuego de
su amor, de la fuente y abundancia de su caridad. Tenía
sed de nosotros, de entregarse a nosotros y padecer por
98
nosotros” .
4. CONCLUSIÓN
166 Después de considerar todo esto, ciertamente hallamos
motivos sobrados para exclamar con San Francisco de
Paula: “¡Oh caridad! ¡Oh Dios de caridad! ¡La caridad que
demostraste al sufrir, y padecer y morir, es, en verdad,
excesiva!” O con Santa Magdalena de Pazzis, abrazada al
crucifijo: “¡Oh amor! ¡Amor! ¡Cuán poco conocido eres!” O,
finalmente, con San Francisco de Asís, arrastrándose por
el fango de las calles: “¡Jesús, mi amor crucificado, no es
conocido! ¡Jesús, mi amor, no es amado!”
Sí, en efecto, la santa Iglesia hace repetir todos los días
99
con sobrada razón: El mundo no lo conoció . El mundo no
conoce a Jesucristo, la Sabiduría encarnada. Y, hablando
razonablemente, conocer lo que Nuestro Señor ha
padecido por nosotros y no amarlo con ardor –cosa que
hace el mundo– es algo moralmente imposible.
98 De triumphali Christi agone c.19
99 Jn 1,10; antes de la reforma litúrgica introducida por el Concilio Vaticano II,
al final de la misa se rezaba Jn 1,1-14, como acción de gracias e invitación
a entrar en la corriente de amor de la Sabiduría, que se nos muestra llena
de amor y lealtad, como rostro y exégeta del Padre.
215