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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              170  La  buscó  fervientemente  durante  toda  la  vida.  Si
              corría de pueblo en pueblo como ciervo sediento (Sal 42
              [41],2-3);  si  caminaba  a  pasos  de  gigante  (Sal  19  [18],6)
              hacia  el  Calvario;  si  hablaba  tan  frecuentemente  de  sus
              futuros padecimientos y de su  muerte a los apóstoles y
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              discípulos y hasta a los profetas en su transfiguración ;
              si  con  tanta  frecuencia  exclamaba:  ¡Cuánto  he  deseado!
              (Lc  22,15),  todos  sus  caminos,  todos  sus  afanes,  todas
              sus  pesquisas,  todos  sus  anhelos,  tendían  hacia  la  cruz,
              llegando  a  considerar  como  el  punto  culminante  de  su
              gloria y felicidad el morir en sus brazos.

              Se desposó con ella con amor inefable en la encarnación.
              La buscó y llevó con indecible gozo durante toda su vida,
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              que fue cruz continua , y, después de haber hecho tantos
              esfuerzos para llegar a ella y morir en ella sobre el Calvario
              –¡Qué angustia siento hasta que se haya cumplido!– (Lc 12,50),
              decía: “Y ¿quién me lo impide? ¿Qué me detiene? ¿Por qué
              no estoy ya abrazado a ti, amada cruz del Calvario?”

              171  La Sabiduría logró, al fin, lo que tanto anhelaba: se
              vio cubierta de oprobios, cosida y fuertemente adherida a
              la cruz, y murió con alegría en los brazos de su idolatrada
              amiga, como si fuera un lecho de honor y de triunfo.

              172  No  vayamos  a  pensar  que,  después  de  su  muerte,
              la  Sabiduría  se  haya  desprendido  de  la  cruz  o  la  haya
              rechazado para triunfar mejor. ¡Todo lo contrario! Se ha
              unido y como incorporado a ella, en tal forma que ni ángel,
              ni hombre, ni creatura alguna del cielo o de la tierra puede
              separarla de la cruz. Su enlace es indisoluble, y eterna su
              alianza. ¡Jamás la cruz sin Jesús ni Jesús sin la cruz!
              103 En tres ocasiones anuncia Jesús su pasión a los discípulos (Mc 8,31;
                 9,31; 10,33-34; Lc 9,31). Los  discípulos reaccionan negativamente. Pero
                 la cruz asumida por amor entraba en el proyecto de sabiduría del Padre,
                 a la que se opone nuestra sabiduría orgullosa. La triple presencia del
                 anuncio funciona como un superlativo, es decir, no queda lugar a duda
                 alguna sobre el sentido de sus palabras. Realmente la misión de Jesús
                 debía pasar por la cruz.
              104 Imitación de Cristo l.2 c.12 n.7.
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