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                                                     El Amor de la Sabiduría Eterna

                   toda mortificación queda manchada de voluntad propia y
                   frecuentemente es más agradable al diablo que a Dios.

                   Por  eso,  no  debes  hacer  ninguna  mortificación
                   extraordinaria sin pedir consejo.  Yo, la Sabiduría,  convivo
                   con la prudencia (Prov 8,12). El que se fía de sí mismo es un
                   necio (Prov 28,26). El sabio actúa con prudencia (Prov 13,16).
                   Si no quieres tener que arrepentirte de lo que haces, no
                   debes obrar sino después de haber pedido consejo a un
                   hombre prudente; es lo que te aconseja el Espíritu Santo:
                   No  hagas  nada  sin  reflexión;  así  no  te  arrepentirás  de  lo  que
                   hagas (BenS 32,24). Pide consejo al sensato (Tob 4,18).

                   Gracias a la obediencia, eliminas el amor propio, que todo
                   lo malogra; haces muy meritorio lo insignificante, quedas
                   a salvo de las ilusiones del demonio, vences a todos los
                   enemigos y llegas con seguridad –casi como dormido– al
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                   puerto de la salvación .

                   Cuanto acabo de decir se resume en este precioso consejo:
                   “Déjalo todo, y al encontrar a Jesucristo, la Sabiduría encarnada,
                   ¡lo encontrarás todo!” 131






















                   130 “La obediencia es una navegación sin peligro, una peregrinación que se
                      realiza durmiendo” (San Juan Clímaco, Escala del paraíso: PG 88,679).
                   131 Ver Imitación de Cristo  l 3 c 2 n1.
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