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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              207  Si  podemos  decir  con  toda  verdad  que,  en  cierto
              sentido, María es Señora de la Sabiduría encarnada, ¿qué
              diremos de su poder sobre las gracias y dones de Dios y de
              la libertad de que goza para distribuirlos a quien le plazca?

              Dicen los santos Padres que María es el océano inmenso
              de todas las gracias de Dios, el magnífico almacén de sus
              bondades,  el  tesoro  inagotable  del  Señor  y  la  tesorera  y
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              distribuidora de todos sus dones .

              Habiéndole dado su propio Hijo, el Padre quiere –al mismo
              tiempo– que lo recibamos todo de Ella, y no desciende a
              la tierra don celestial alguno que no pase por sus manos
              como por un canal.

              Todo  lo  hemos  recibido  de  su  plenitud.  Y  si  hay  en
              nosotros  alguna  gracia,  alguna  esperanza  de  salvación,
              es  don  de  Dios  que  nos  llega  por  María.  Tan  dueña  es
              Ella de los bienes de Dios, que da a quien quiere, cuanto
              quiere, cuando quiere y como quiere todas las gracias de
              Dios, todas las virtudes de Jesucristo y todos los dones
              del Espíritu Santo, todos los bienes de la naturaleza, de la
              gracia y de la gloria. Son éstos, pensamientos y expresiones
              de  los  Santos  Padres,  cuyos  textos latinos  no  transcribo
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              para abreviar .

              Pero sean cuales fueren los dones que nos otorgue nuestra
              soberana y amable Princesa, Ella no se da por satisfecha
              hasta darnos la Sabiduría encarnada, su Hijo Jesús, y vive
              buscando personas dignas de la Sabiduría (Sab 6,16) para
              comunicársela.


              208  María es, además, el Trono regio de la Sabiduría eterna.
              Es  en  ella  quien  la  Sabiduría  manifiesta  sus  grandezas,
              ostenta sus tesoros y encuentra sus delicias. Y no hay otro
              lugar en el cielo y en la tierra donde la Sabiduría eterna


              139 Ver SM 9-14; VD 23-26.
              140 VD 26.
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