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↑ ÍNDICE


                                                      Carta a los Amigos de la Cruz


                   Se  parecerán  a  aquellos  dos  animales  que  arrastraban
                   mugiendo el arca de la alianza (Ver 1Sam 6,12). Imitarán
                   a Simón Cirineo, que llevaba a pesar suyo la misma cruz
                   de  Jesucristo  (Ver  Mt  27,32;  Mc  15,21)  y  no  cesaba  de
                   murmurar mientras cargaba con ella. Les sucederá, en fin,
                   lo que al mal ladrón... (Ver Mt 27,38; Mc 15,27; Lc 23,32. 39-
                   41), que rodó a los abismos desde lo alto de la cruz.


                   ¡No, no! Esta tierra en que vivimos no puede hacer feliz a
                   nadie. ¡Es imposible ver claro en un mundo tenebroso! ¡No
                   podemos hallar tranquilidad en este mar borrascoso! ¡No
                   es posible vivir sin combates en una tierra de tentaciones
                   que  es  un  campo  de  batalla!  ¡No  es  posible  cruzar  sin
                   espinarnos  por  una  tierra  cubierta  de  abrojos!  (Ver  Gén
                   3,18)    Es  necesario  que  tanto  los    réprobos  como  los
                   predestinados carguen con su cruz de grado o por fuerza.

                   Tengan presente estos versos:

                       ¡Escógete una cruz de las tres del Calvario!
                       ¡Escoge sabiamente porque es necesario
                       padecer sabiamente, o como penitente
                       o como sufre un réprobo que pena eternamente!

                   Es  decir  que  si  no  quieren  sufrir  con  alegría,  como
                   Jesucristo; ni con paciencia, como el buen ladrón, tendrán
                   que sufrir como el mal ladrón, a pesar suyo. Tendrán que
                   apurar hasta las heces el cáliz amargo (Is 51,17; Mt 20,22-23;
                   Mc 10,38), sin el menor consuelo de la gracia, y cargar con
                   todo el peso de la cruz sin la ayuda poderosa de Jesucristo.

                   Más  aún  tendrán  que  cargar  con  el  peso  fatídico  que
                   el demonio añadirá a su cruz a causa de la impaciencia
                   que  ella  les  producirá.  Y  así,  después  de  haber  sido
                   desgraciados en este mundo como el mal ladrón, irán a
                   hacerle compañía en las llamas eternas.



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