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Carta a los Amigos de la Cruz
los judíos (1Cor 1,23) y lo menosprecian los herejes y malos
cristianos. Y, sin embargo, es el misterio maravilloso que
ustedes tienen que aprender en la práctica, en la escuela
de Jesús crucificado y que sólo allí lograrán aprender. En
vano irán a buscar en las academias de la antigüedad un
filósofo que lo haya enseñado. En vano irán a consultar la
luz de los sentidos y de la razón. ¡Sólo Jesucristo, con su
gracia triunfadora, puede enseñarles y darles a gustar este
misterio!
Adiéstrense, pues, en esta ciencia supereminente, bajo la
guía de tan excelente Maestro. Que así llegarán a dominar
todas las ciencias, ya que ésta las encierra a todas en
grado sumo. Ella constituye nuestra filosofía natural y
sobrenatural, nuestra teología divina y misteriosa. Es
nuestra piedra filosofal que, gracias a la paciencia, cambiará
en preciosos los metales más ordinarios; los dolores más
atroces, en delicias; la pobreza, en riqueza y en gloria las
humillaciones más profundas. Aquel de entre ustedes que
sepa llevar mejor su cruz, aunque sea un analfabeto, es el
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más sabio de todos .
Oigan al gran san Pablo que al regresar del tercer cielo,
donde había aprendido los misterios ocultos incluso a los
ángeles, exclama que no sabe ni quiere saber nada diferente
de Jesús crucificado (1Cor 2,2).
¡Alégrate, pues, tú, pobre ignorante, y tú, humilde mujer
sin talento ni letras...! ¡Si sabes sufrir con alegría, sabes más
que cualquier doctor que no sepa sufrir tan bien como tú lo
haces! (Mt 11,25; Lc 10,21).
5° ... para los miembros de Jesucristo...
27 Ustedes son miembros de Jesucristo (Ver 1Cor 6,15;
12,27; Ef 5,30). ¡Qué honor tan grande! Pero también, ¡qué
necesidad tan imperiosa de padecer implica el serlo! Si la
10 Ver ASE, c.7, especialmente los n.85-88
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