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↑ ÍNDICE


                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   a  Jesucristo  y  a  su  santísima  Madre  que  la  esclavitud
                   aceptada  voluntariamente,  a  ejemplo  de  Jesucristo,  que
                   por nuestro amor tomó forma de esclavo (Flp 2,7), y de la
                   Santísima Virgen, que se proclamó servidora y esclava del
                   Señor (Lc 1,38). El Apóstol se honra de llamarse servidor
                   de Jesucristo  (Rom  1,1;  ver  1Cor  7,22;  2Tim  2,24).  Los
                   cristianos  son  llamados  repetidas  veces  en  la  Sagrada
                   Escritura  servidores  de  Cristo.  Palabra  que  –como  hace
                   notar acertadamente un escritor insigne– equivalía antes
                   a  esclavo,  porque entonces  no  se  conocían  servidores
                   como los criados de ahora, dado que los señores sólo eran
                   servidos por esclavos o libertos.

                   Para  afirmar  abiertamente  que  somos  esclavos  de
                   Jesucristo, el Catecismo del concilio de Trento se sirve de un
                   término que no deja lugar a dudas, llamándonos mancipia
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                   Christi: esclavos de Cristo .
                   73   Afirmo que debemos pertenecer a Jesucristo y servirle
                   no sólo como mercenarios, sino como esclavos de amor,
                   que, por efecto de un intenso amor, se entregan y consagran
                   a  su  servicio  en  calidad  de  esclavos  por  el  único  honor
                   de  pertenecerle.  Antes  del  Bautismo  éramos  esclavos
                   del  diablo.  El  Bautismo  nos  transformó  en  esclavos  de
                   Jesucristo  (Ver  Rom  6,22).  Es  necesario,  pues,  que  los
                   cristianos sean esclavos del diablo o de Jesucristo.


                   74   Lo que digo en términos absolutos de Jesucristo, lo digo,
                   proporcionalmente,  de  la  Santísima  Virgen.  Habiéndola
                   escogido  Jesucristo  por  compañera  inseparable  de  su
                   vida, muerte, gloria y poder en el cielo y en la tierra, le
                   otorgó, gratuitamente –respecto de su Majestad– todos los
                   derechos y privilegios que El posee por naturaleza: “Todo
                   lo que conviene a Dios por naturaleza, conviene a María
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                   por gracia” , dicen los santos. De suerte que, según ellos,
                   60  Ver VD 129.
                   61  “Los misterios de la gracia que Dios ha realizado en María no se miden
                      según las leyes ordinarias, sino según la omnipotencia divina” (Pío XII).
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