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                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   cuya cepa es Cristo, y que deben producir sabrosas uvas (Jn
                   15,5); 3°. un rebaño, cuyo pastor es Jesucristo, y que debe
                   multiplicarse  y  producir  leche  (Jn  10,1ss);  4°.  una  tierra
                   fértil, cuyo agricultor es Dios, y en la cual se multiplica la
                   semilla, y produce el treinta, el sesenta, el ciento por uno
                   (Mt 13,3.8). Por otra parte, Jesucristo maldijo a la higuera
                   infructuosa (Mt 21,19) y condenó al siervo inútil, que no
                   hizo fructificar su talento (Mt 25,24-30).

                   Todo  esto  nos  demuestra  que  Jesucristo  quiere  recoger
                   algún fruto de nuestras pobres personas, a saber, nuestras
                   buenas obras, porque éstas le pertenecen exclusivamente:
                   creados, mediante Cristo Jesús, para hacer el bien (Ef 2,10). Estas
                   palabras del Espíritu Santo demuestran que Jesucristo es el
                   único principio y debe ser también el único fin de nuestras
                   buenas  obras,  y  que  debemos  servirle  no  sólo  como
                   asalariados, sino como esclavos de amor. Me explico.

                   69      Hay,  en  este  mundo,  dos  modos  de  pertenecer  a
                   otro y depender de su autoridad: el simple servicio y la
                   esclavitud. De donde proceden los apelativos de criado y
                   esclavo.

                   Por  el  servicio,  común  entre  los  cristianos,  uno  se
                   compromete a servir a otro durante cierto tiempo y por
                   determinado  salario  o  retribución.  Por  la  esclavitud,  en
                   cambio, uno depende de otro enteramente, por toda la vida,
                   y debe servir al amo sin pretender salario ni recompensa
                   alguna, como si fuera uno de sus animales, sobre los que
                   tiene derecho de vida y muerte.

                   70    Hay  tres  clases  de  esclavitud:  natural,  forzada  y
                   voluntaria.

                   Todas las criaturas son esclavas de Dios según el primer
                   modo: Del Señor es la tierra y cuanto la llena (Sal 24 [23],1).
                   Conforme al segundo, lo son los demonios y condenados.
                   Según el tercero, los justos y los santos.
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