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↑ ÍNDICE


                                      Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen

                   para con su Madre que Asuero para con Ester, y Salomón
                   para con Betsabé? (Est 5,2-8; 1Re 2,19) ¿Quién osará decirlo
                   o siquiera pensarlo?

                   77   Pero ¿adónde me lleva la pluma? ¿Por qué detenerme
                   a  probar  lo  que  es  evidente?  Si  alguno  no  quiere  que
                   nos llamemos esclavos de la Santísima Virgen, ¿qué más
                   da?  ¡Hacerte  y  llamarte  esclavo  de  Jesucristo  es  hacerte
                   y  proclamarte  esclavo  de  la  Santísima  Virgen!  Porque
                   Jesucristo es el fruto y gloria de María.

                   Todo esto se realiza de modo perfecto con la devoción de
                   que te voy a hablar.


                   3.   DEBEMOS REVESTIRNOS DEL HOMBRE NUEVO,
                       JESUCRISTO

                   78   Tercera verdad. Nuestras mejores acciones quedan, de
                   ordinario,  manchadas  e  infectadas  a  causa  de  las  malas
                   inclinaciones que hay en nosotros.


                   Cuando  se  vierte  agua  limpia  y  clara  en  una  vasija  que
                   huele mal, o vino en una garrafa maleada por otro vino, el
                   agua clara y el buen vino se dañan y toman fácilmente el
                   mal olor. Del mismo modo, cuando Dios vierte en nuestra
                   alma, infectada por el pecado original y actual, sus gracias
                   y  rocíos  celestiales  o  el  vino  delicioso  de  su  amor,  sus
                   bienes se deterioran y dañan ordinariamente a causa de la
                   levadura de malas inclinaciones que el pecado ha dejado
                   en nosotros. Y nuestras acciones, aun las  inspiradas por
                                                               63
                   las virtudes más sublimes, se resienten  de  ello .
                   Es,  por  tanto,  de  suma  importancia  para  alcanzar  la
                   perfección  –que sólo  se adquiere por la unión con
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                   Jesucristo –liberarnos de lo malo que hay en nosotros. De

                   63  Ver VD 146.173.213.228; AC 47.
                   64  VD 120
                                                                      387
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