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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              y  los  quince  misterios  del  Santo  Rosario.  Impedía  así
              la conversión de los herejes. Dios permitió, para castigo
              de este impío que 15.000 demonios se apoderaran de su
              cuerpo. Sus padres lo condujeron entonces al Santo para
              que lo librara de los espíritus malignos. Santo Domingo
              se puso a orar y exhortó a la multitud a rezar con él en
              alta  voz  el  Rosario.  Y,  he  aquí  que  a  cada Avemaría,  la
              Santísima  Virgen  hacía  salir  cien  demonios  del  cuerpo
              del  hereje,  en  forma  de  carbones  encendidos.  Una  vez
              liberado, el hereje abjuró de sus errores, se convirtió y se
              hizo inscribir en la cofradía del Rosario, con muchos otros
              correligionarios suyos, conmovidos ante este castigo y la
              fuerza del Rosario.

              32    El  sabio  Cartagena,  OFM,  y  otros  autores  refieren
              que  en  el  año  1482,  cuando  el  venerable  Padre  Diego
              Sprenger  y  sus  religiosos  trabajaban  con  gran  celo  por
              el  restablecimiento  de  la  devoción  y  cofradía  del  Santo
              Rosario en la ciudad de Colonia, dos célebres predicadores
              –envidiosos  de  los  frutos  maravillosos  que  los  primeros
              obtenían mediante esta práctica– intentaban desacreditarla
              en sus propios sermones. Gracias al talento y fama de que
              gozaban, apartaban a muchos de inscribirse en la cofradía.

              Para  conseguir  mejor  sus  perniciosos  intentos,  uno  de
              ellos preparó expresamente un sermón para el domingo
              siguiente. Llega la hora de la predicación, pero el predicador
              no  aparece.  Se  le  espera...  Se  le  busca,  y  finalmente,  lo
              encuentran muerto, sin que hubiera podido ser auxiliado
              por nadie. Persuadido  el otro predicador  de que se
              trataba de un accidente natural, resuelve reemplazar a su
              compañero en la  triste empresa de abolir la cofradía del
              Rosario. Llegan  el día y  la  hora del sermón... Pero Dios
              lo castigó con una parálisis que le quitó el movimiento y
              la palabra. Reconociendo su falta y la de su compañero,
              recurrió  de  corazón  a  la  Santísima  Virgen,  prometiendo
              predicar por todas partes el Rosario con tanto empeño como
              aquel con que lo había combatido. Le suplicó que para ello
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