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              Obras Completas de San Luis María Grignion de Montfort

              OCTAVA ROSA


                       Maravillas del Rosario.
              26   No es posible expresar cuánto prefiere la Santísima
              Virgen el Rosario a las demás devociones, cuán benigna
              se  muestra  para  recompensar  a  quienes  trabajan  en
              predicarlo, establecerlo y cultivarlo y cuán terrible, por el
              contrario, contra quienes se oponen a él.

              Santo Domingo no puso en nada tanto empeño durante
              su  vida  como  en  alabar  a  la  Santísima  Virgen,  predicar
              sus grandezas y animar a todo el mundo a honrarla con el
              Rosario. La poderosa Reina del Cielo, a su vez, no cesó de
              derramar sobre el Santo bendiciones a manos llenas.

              Ella  coronó  sus  trabajos  con  mil  prodigios  y  milagros
              y  él  alcanzó  de  Dios  cuanto  pidió  por  intercesión  de  la
              Santísima  Virgen.  Para  colmo  de  favores,  le  concedió  la
              victoria sobre los Albigenses y le hizo padre y patriarca de
              una gran orden.

              27     Y, ¿qué decir del Beato Alano de la Rupe, restaurador
              de  esta  devoción?  La  Santísima  Virgen  lo  honró  varias
              veces  con  su  visita  para  ilustrarlo  acerca  de  los  medios
              de  alcanzar  la  salvación,  convertirse  en  buen  sacerdote,
              perfecto religioso e imitador de Jesucristo.

              Durante  las tentaciones y horribles persecuciones del
              demonio, que lo llevaban a una extrema tristeza y casi a la
              desesperación, Ella lo consolaba, disipando, con su dulce
              presencia,  tantas  nubes  y  tinieblas.  Le  enseñó  el  modo
              de  rezar    el  Rosario,  lo  instruyó  acerca  de  sus  frutos  y
              excelencias, lo favoreció con la gloriosa cualidad de esposo
              suyo y, como arras de su casto amor, le colocó el anillo
              en el dedo  y al cuello  un collar  hecho  con  sus  cabellos,
              dándole  también  un  Rosario.  El  abad  Tritemio,  el  sabio
              Cartagena, el doctor Martín Navarro y otros hablan de él
              elogiosamente.
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