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                                             El Secreto Admirable del Santísimo Rosario

                   La  Santísima  Virgen  aprobó  y  confirmó  el  nombre  de
                   Rosario, revelando a varias personas, que le presentaban
                   tantas rosas agradables cuantas Avemarías recitaban en su
                   honor y tantas coronas de rosas como Rosarios.

                   25   El hermano Alfonso Rodríguez S.J., rezaba con tanto
                   fervor, que veía con frecuencia salir de su boca una rosa
                   encarnada a cada Padrenuestro y una rosa blanca a cada
                   Avemaría:  iguales  ambas  en  belleza  y  fragancia  y  solo
                   diferentes en el color.

                   Cuentan  las  crónicas  de  San  Francisco  que  un  joven
                   religioso  tenía  la  laudable  costumbre  de  rezar  todos  los
                   días antes de la comida la corona de la Santísima Virgen.
                   Cierto  día, no se sabe por qué, faltó a ella. Cuando sonó la
                   campana de la comida, rogó al superior le permitiera rezar
                   la corona antes de sentarse a la mesa. Obtenido el permiso,
                   se retiró a su celda. Pero, como tardase mucho en volver, el
                   superior envió un religioso a llamarlo.

                   Este  lo  encontró  en  su  celda,  iluminado  de  celestiales
                   resplandores. La Santísima Virgen y dos ángeles estaban
                   al lado de él. A cada Avemaría salía de la boca del religioso
                   una bellísima rosa. Los ángeles recogían las rosas, una tras
                   otra, y las colocaban sobre la cabeza de la Santísima Virgen
                   que se mostraba evidentemente complacida de ello.


                   Otros  religiosos,  enviados  para  saber  la  causa  de  la
                   demora de sus compañeros, vieron el mismo prodigio. La
                   Santísima Virgen no desapareció hasta que terminó el rezo
                   de la corona.


                   El Rosario es, pues, una gran corona –y el de cinco decenas
                   una  diadema  o  guirnalda– de rosas celestiales que se
                   coloca en la cabeza de Jesús y de María. La rosa es la reina
                   de las flores. El Rosario, a su vez, es la rosa y la primera de
                   las devociones.


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