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El Secreto Admirable del Santísimo Rosario
le devolviera la salud y la palabra. La Santísima Virgen
accedió a su petición. Sintiéndose repentinamente curado,
se levantó como otro Saulo, cambiado de perseguidor en
defensor del Santo Rosario. Reparó públicamente su culpa
y predicó con gran celo y elocuencia las excelencias del
Santo Rosario.
33 No dudo de que las gentes críticas y orgullosas de hoy,
al leer estas historias, pongan en duda su autenticidad,
como han hecho siempre. Yo sólo las he transcrito de muy
buenos autores contemporáneos y en parte, de un libro
reciente del P. Antonino Thomas, O.P., intitulado El Rosal
Místico.
Todo el mundo sabe, por otra parte, que hay tres clases
de fe para las diferentes historias. A los acontecimientos
narrados en la Sagrada Escritura debemos una fe divina. A
los relatos profanos, que no repugnan a la razón y han sido
escritos por serios autores, una fe humana. A las historias
piadosas referidas por buenos autores y no contrarias a la
razón, la fe o las buenas costumbres –aunque a veces sean
extraordinarias– una fe piadosa.
Confieso que no debemos ser ni muy crédulos ni muy
críticos, sino optar siempre por el justo medio para
descubrir donde se hallan la verdad y la virtud. Pero
estoy convencido igualmente que así como la caridad cree
fácilmente cuanto no es contrario a la fe ni a las buenas
costumbres –la caridad todo lo cree (1 Cor 13,7)– del mismo
modo, el orgullo lleva a negar casi todas las historias bien
fundadas, con pretexto de que no se encuentran en la
Sagrada Escritura.
Es la trampa tendida por Satanás, en la que cayeron los
herejes que negaban la Tradición. Trampa en la que caen,
sin darse cuenta, los críticos de hoy, que no creen lo que
no comprenden o no les agrada, sin más motivo que su
orgullo y autosuficiencia.
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