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                                                                 Carta No. 11


                                             11
                                Al P. Francisco Leschassier
                          Desde el Hospital General de Poitiers.
                                     El 4 de julio de 1702.

                   En respuesta a la carta anterior, el Señor Leschassier le escribió
                   el 12 de noviembre: “Ud. me señala en su carta varios artículos
                   a los cuales tengo dificultad para responder: en primer lugar,
                   porque no estando conformes al acompañamiento ordinario, no
                   podría ser yo garante de todo lo que Ud. hace, sin querer por otra
                   parte, ni pretender poner límites a la gracia que quizá le impele
                   a tales prácticas; en segundo lugar, porque estando lejos de Ud.,
                   le es imposible consultarme cantidad de cosas que creería útiles a
                   los cargos que tendrá, como sucedió en sus misiones, de las cuales
                   cosas yo sería de cierto modo responsable ante el público, ya que
                   Ud. dice siempre que no hace nada sin mi consejo, y que vive
                   enteramente bajo mi dependencia.

                   Le aconsejo, pues, y le ruego, Señor, escoger un buen director
                   en el lugar donde está Ud., del cual reciba luz y consejo en todas
                   sus dificultades. Ud. sabe cuáles deben ser las cualidades de un
                   director.  Está en una gran ciudad en la cual podrá escoger bien.
                   Seré enteramente suyo con la misma estima e igual afecto”.
                   Leschassier.

                   Los meses siguientes Luis María interrumpió la correspondencia
                   con su director de seminario. Al escribir de nuevo no es para
                   pedir consejos ni directivas, sino para dar noticias al maestro
                   que estima y al que ama, al que llama “Padre”. A pesar de la
                   oposición creciente en el hospital, aumenta la confianza en Dios
                   y se multiplican los consuelos divinos.

                   Señor y Padre carísimo en Jesucristo: ¡el amor puro de Dios
                   reine en nuestros corazones!

                   Si he demorado tanto en escribirle no es porque haya
                   olvidado sus beneficios, ni por desobediencia a sus
                   amables consejos, recibidos a través de la persona que me
                   dirige aquí en lugar suyo, sino para no importunarle y
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